viernes, 19 de junio de 2015

Música de músculos huecos... Mikel Erentxun

Qué lejos aquel mayo del '87 cuando el diario El País escribía el éxito del disco Canciones en su Crítica Pop: "Duncan Dhu, sueños acústicos". Desde entonces la historia de Mikel Erentxun se ha visto ligada enteramente a esta agrupación, cuyo nombre fue tomado de la novela Secuestrado del escritor escocés Robert Louis Stevenson, en la que Duncan Dhu era el personaje que fungía como jefe del clan.

Corrían tiempos de libertad en la península Ibérica, situación que fue bien aprovechada por la inquietud de jóvenes que expresaban melódicamente sus pensamientos. Diego Vasallo y Juan Ramón Viles del grupo Los Dalton, y Mikel de la agrupación Los Aristogatos, ignoraban en aquel momento que se convertirían en una leyenda imprescindible de la música española.


En nuestro país se hicieron famosos con su hit En algún lugar, cuyo video pasó a formar parte del subconsciente generacional. Aunque Mikel nació en Caracas, Venezuela, se afincó a temprana edad en San Sebastián, España, ciudad natal de Diego y Juanra. Su estilo rock pop, combinado con reminiscencias del rockabily y un dejo de country, contrastó con el medio musical dominado por el rock pesado de esa época.

Con trece discos en solitario bajo el brazo, Mikel Erentxun supo combinar su carrera individual con la agrupación que lo llevó a la fama. La discreción y el talento, le han conservado a lo largo de más de 30 años de carrera. Su ultima producción discográfica titulada Corazones, es una recopilación rítmica y el resultado de una evolución artística que nos atrapa y envuelve entre nostalgia de voces e instrumentaciones atinadas.


Corazones es un disco con temática íntima, en el que un Mikel maduro nos lleva de la mano por predilecciones musicales de antaño. Es notorio la influencia Beatle en este disco, incluso en ocasiones ronda en el paralelo estructural de canciones tan insertas en nuestra mente. Quizás en cuanto a su duración, pueda parecernos un tanto sobrado, pero las emociones producidas aquietan ligeramente este exceso. El sonido es totalmente minimalista, resultado del encierro en el estudio de Paco Loco, en el que Mikel ejecutó casi todos los instrumentos del disco con sus propias manos. Hay que hacer notar que se trata del primer disco en el que las letras son propias en su totalidad.

1. El hombre que hay en mí. Claramente podemos apreciar una similitud guitarrística a Revolution de The Beatles de 1968. La descripción poética de alguien quien dice ser él, atrapado en el corazón de aquella.

2. Corazones. Una pieza rockabilly que coquetea con el genero western. Nos hace recordar aquella emblemática canción Cien gaviotas. Lugares inhóspitos en donde a veces se encuentra el amor: "Corazones en la niebla que no encuentran su lugar".

3. Ojos de miel. Un pop con sonido muy genuino, iniciando con un tosido e inmediatamente después, mostrándonos la estructura infinita al órgano. Con detalles armónicos muy alegres, enriquecidos por instantes corales que nos llevan hasta el "sha ra la la". Canción muy personal que narra la primera visita al hospital de su hija pequeña.

4. Un corazón llamado muerte. Un tema que desde los primeros acordes nos va mostrando la crudeza temática. Podríamos decir que es un pop pesado y oscuro. Hay una frase que persigue al terminar: "Y al final, olvidas que el olvido es olvidarse de olvidar, amiga libertad"

5. Dakota y yo. Podría hacerte bailar en un día lluvioso. Una gracia interesante en la interpretación vocal. Como apoyo aparece el órgano de iglesia, que nos evoca una nostalgia agradable. Me gustaría presenciar en concierto la solución dancística al interpretar esta redondez melódica.

6. As de corazones. Se trata de una analogía de A day in a life de los Beatles en el disco Sgt. Pepper's Lonely Club Hearts Band. Un exquisito juego de cuerdas y vientos acompaña la melodía hasta el final. La frase seductora "Llévame, llévame contigo al baile" queda perpetua.

7. Vas a cansarte de mí. No dejarse llevar por la sorpresa de escuchar coqueteos sonoros con rock pesado. Un pop bien estructurado, se esconde tras el abrigo negro que cubre a esta amenaza de niño travieso. A pesar de la crudeza melódica, créame amable lector, en esta pieza como en todo el disco, tenemos una embelesada poesía.

8. Veneno y corazón. La obligada referencia fonográfica de esta canción es, como usted lo pudo adivinar con sólo cinco acordes, Eleanor Rigby. No dejan de impresionar los acordes de violín, que sin ser las mismas notas, logran establecer aquella atmósfera beatlezca.

9. Los muros de Jerusalén. De pieles campiranas, esta pieza reclama totalmente el estilo Duncan Dhu. Esas sentencias abordadas en tiempos pasados, que suelen perdurar y sonar tan actuales después de 30 años. 

10. El corazón del dragón. Narración personal sobre el primer aviso en plena calle que Mikel recibió de la angina de pecho, enfermedad que padece desde hace poco tiempo. Cualquier parecido con Ob la di, Ob la da, de Los Beatles es mera coincidencia.

11. Viento errante. Elegante rock que mezcla guitarras sutiles con un órgano y batería impecables. Canción postural que nos señala anímicamente, hacia donde tenemos que dirigirnos, a donde nos lleve el viento errante. 

12. Corazón y huesos. Muy en el fondo, esta canción me remite a The beach boys, quizás  las intervenciones corales nos ofrecen una pista. El órgano psicodélico nos regala una postal de nostalgia.

13. . Es con unanimidad, la mejor canción del disco. Ofrece un equilibrio armónico, un descanso melódico y una poderosa letra. Una propuesta ambiciosa, que lentamente nos conduce por esas pausas y elevaciones sutiles de tonos. El penultimo verso: Seremos dos en la ciudad. El minuto que antecede al final de la canción, es un regalo instrumental, que bien podría ser el bonus track.

14. Con el tiempo a favor. Evoca a Rozando la eternidad, éxito de Duncan Dhu en su disco memorable Autobiografía. Una despedida en buenos términos, donde cada quien se retira con lo alcanzado.

15. El último vals. Ya sin ninguna referencia de canción en especial, es un track lleno de elementos beatlezcos. Una guitarra eléctrica a la Harrison en Dear Prudence, los apoyos corales y los elementos de orquesta sinfónica. En fin, todo un universo Beatle

16. Final. Ocho versos acompañados de un piano que sostiene las ultimas notas para despedirnos.

Un disco que nos deja un grato sabor de boca y el recordatorio de que aún tenemos Mikel para rato. Da la impresión que Corazones está lleno de alusiones musicales a otras canciones, es muy probable que existan diversas que no pude descifrar. Recomiendo una Sagardoa para acompañar este material discográfico. Es la tradicional sidra de Donostia, que ha trascendido fronteras de paladar.






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